Pregunta:
¿Hasta qué punto (en el mundo de hoy) debemos permitir la libertad de pensamiento a nuestros hijos? ¿De qué manera caemos en el error de sobre protegerlos?
Repuesta:
En cuanto a sus preguntas sobre la crianza de los hijos le puedo dar mi entendimiento al respecto. Es el deber de los padres INSTRUIR a los hijos por medio de palabras y hechos (ejemplo) en cuanto a la voluntad de Dios. Deben proveer OPORTUNIDADES para su aprendizaje y experiencia y crecimiento espiritual. Esto en realidad es lo único que podemos hacer en el campo espiritual. En cuanto a permitir “la libertad de pensamiento” a nuestros hijos, creo que debe ser en el 100%. No podemos controlar o dominar los pensamientos de otras personas. Cada individuo decide por sí solo cómo y en qué pensará. Es más, creo que es responsabilidad de los padres cristianos fomentar la formación del pensamiento individual o sea independiente en los hijos. Dios no tiene nietos, mi hermano, solamente hijos. Entendemos que no heredamos la culpa del pecado de nuestros padres. También debemos entender que no heredamos la salvación o la santidad de vida de nuestros padres. Cada joven tiene que decidir por sí solo si cree o no, si desea servir a Dios o no, si desea vivir en santidad o no. Lo único que pueden hacer los padres es proveer las oportunidades para aprender, creer, salvarse y santificarse. Entiendo que no le vamos a decir a un niño de 12 años que decida por sí solo si va a asistir a las reuniones de la iglesia o a la clase bíblica o la reunión de jóvenes cristianos. Creo que esto es parte del deber del padre – proveer estas oportunidades y estar seguro que el niño está presente. Pero al mismo tiempo NO es posible asegurar que aprovechen estas oportunidades. Poco a poco con el crecimiento físico y emocional hay que irlo dejando en libertad hasta que llegue el momento que decidirá por sí solo asistir o no. No le puedo decir en qué edad debe suceder esto. Creo que es muy variable de cultura a cultura y aún de joven a joven, pero sí tiene que llegar el momento. Insistí por muchos años a mis hijas que su fe y sus convicciones tenían que ser personales. Permití que me expresaran con libertad cuando no estaban de acuerdo con mi criterio sobre diferentes puntos. Por supuesto, traté de convencerles de lo que considero correcto y bíblico, pero traté de no castigarlas por tener otro criterio. Nunca aprobé ninguna actividad que consideraba dañina para ellas espiritual, moral o físicamente. Pero les aclaré que entendía yo muy bien que al salir de la casa nuestra a la casa de una amiga o a alguna actividad que no era yo el que decidía lo que iban a hacer sino ellas y que ellas mismas, no yo, llevarían la responsabilidad por estas decisiones. En lo personal, cuando mis hijas llegaron a los 18 años, entendieron que era decisión propia asistir o no a las reuniones de la iglesia. En caso que no asistieran creo que sería mi responsabilidad animarlas, platicar con ellas, exhortarlas como hermanas en Cristo, tratar de hacer lo mismo que haría con otros cristianos infieles en la asistencia, pero NO querer obligarlas o imponer mi voluntad en ellas, aún cuando sé que es lo correcto.
En cuanto a sobre proteger a los hijos, creo que hay dos maneras principales: (1) por no permitir que sufran las consecuencias de sus errores y (2) por no permitir que estén expuestos (conforme a la edad que tengan) a las tentaciones que hay en el mundo. En este segundo punto debo aclarar que NO me refiero a llevarlos a conocer lo malo sino a no poner cerco alrededor de ellos de tal manera que vivan aislados de la realidad de la vida (nuevamente a medida que su edad y desarrollo lo indique). Sí trataría de aislar a un niño de 8 años de la realidad sexual de este mundo, pero no haría lo mismo con un niño de 13 años. Trataría de aislar a una niña de 6 años de la realidad de las drogas mas no una niña de 12 años.
Estas opiniones fueron formadas basándose en principios bíblicos sobre la responsabilidad personal, la responsabilidad de los padres en cuanto a la crianza y la disciplina y otros, pero reconozco que puedo haberme equivocado. No obstante, este es mi entendimiento hasta el momento.