Suerte

Pregunta:

¿Existe la “suerte” o no? Me han citado Jonás 1:7 y Mateo 27:35 para comprobar que sí existe.

 


Respuesta:

Los textos que le han citado (Jonás 1:7; Mateo 27:35) se refiere a la costumbre de “echar suertes” para escoger a una persona o para decidir entre ciertas opciones. Es como si 5 hombres tomaran 5 pajillas con solamente 1 más corta que las demás y luego escogieron a ciegas 1 pajilla cada uno y el que resultó con la pajilla corta quedara escogido para algún premio o bien para alguna responsabilidad. Hubo una sola ocasión en el Nuevo Testamento en el cual Dios Mismo obró por este medio (Hechos 1:21-26), pero no encuentro evidencia alguna que siga haciendo lo mismo. Además, en este caso no se trató de la “suerte” sino de la intervención directa de Dios en el proceso de la selección del nuevo apóstol que sustituyó a Judas Iscariote.

Pero el concepto popular de tener “suerte” no se limita a esta clase de actividad sino que se aplica a cualquier bendición que venga a la vida de uno (“tiene suerte”) o cualquier problema que sufra (“no tiene suerte”). El problema principal con este concepto es que contradice la enseñanza bíblica que toda bendición proviene de Dios (Santiago 1:17). Como consecuencia, en vez de glorificar a Dios como debemos, se anda en busca de la suerte. Esta mentalidad que da énfasis a la “suerte” también contribuye a la superstición y ésta viene siendo una forma de religión falsa en el mundo que atribuye las bendiciones a otras fuentes que no sea Dios.

Definitivamente podemos decir que la Biblia no habla de “tener suerte”. El concepto bíblico es que Dios obra en nuestras vidas para el bien en toda situación (Romanos 8:28). Su providencia benéfica, no la supuesta “suerte” es la explicación por lo bueno que resulta aún de lo “malo” en nuestras vidas. Por supuesto, hay muchas cosas que suceden en la vida como consecuencia directa de nuestras acciones o las de otras personas (ya sea a nuestro favor o en nuestra contra), pero aún en todo esto, Dios busca la manera de bendecirnos y llevarnos más cerca de El si es que nos sometemos a Su voluntad (Romanos 8:28-30).