Isaías 2:4

PREGUNTA:

¿Qué significa Isaías 2:4?


RESPUESTA:

El texto dice: “Y juzgará entre las naciones,  y reprenderá a muchos pueblos;  y volverán sus espadas en rejas de arado,  y sus lanzas en hoces;  no alzará espada nación contra nación,  ni se adiestrarán más para la guerra.” (Isaías 2:4)

Este texto claramente habla de la paz, pero para entenderlo correctamente, hay que tomar en cuenta el contexto de la profecía. 

Primeramente, ¿cuándo iba a realizarse esta paz? “Acontecerá en lo postrero de los tiempos” (Isaías 2:2).  El Nuevo Testamento identifica los días postreros como aquellos días en los cuales Dios nos habla por medio de Su Hijo, Jesucristo (Hebreos 1:1).  Es la misma época del cumplimiento de la profecía de Joel (Joel 2:28-32) acerca del derramamiento del Espíritu Santo sobre toda carne – cumplido en el día de Pentecostés después de la muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo a la diestra de Dios (Hechos 2:16-21).  Por tanto, el cumplimiento de la profecía de Isaías 2:4 sería a partir de la venida de Jesucristo y del Espíritu Santo (el primer siglo) – o más específicamente – el inicio del nuevo pacto.

Segundo, ¿cómo se logrará esta paz?  “Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas.” (Isaías 2:3).  No se logrará por medio de la guerra, ni por medio de pactos políticos, no porque Dios les obligue a estar en paz sino por ser instruidos por Dios y por decidir practicar Sus instrucciones.  El Nuevo Testamento nos revela que el evangelio de Jesucristo es el evangelio de la paz (Hechos 10:36; Efesios 6:15).  Específicamente nos instruye que Cristo es nuestra paz y que fue por medio de Su sangre que logró Dios hacer la paz entre las naciones (Gentiles y judíos) y la paz con Dios (Efesios 2:11-18) cuando nos anuncia “las buenas nuevas de la paz” (Efesios 2:17). 

Tercero, ¿desde dónde comenzará?  “Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová.” (Isaías 2:3).  El Nuevo Testamento nos revela: “Así está escrito,  y así fue necesario que el Cristo padeciese,  y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,  comenzando desde Jerusalén.” (Lucas 24:46,47).  Por tanto, Jesucristo les instruyó a los apóstoles: “pero recibiréis poder,  cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo,  y me seréis testigos en Jerusalén,  en toda Judea,  en Samaria,  y hasta lo último de la tierra.” (Hechos 1:8).  Y así fue que en el día de Pentecostés, vino el Espíritu Santo, y en los postreros días, las buenas nuevas de la paz fueron anunciadas por primera vez en la ciudad de Jerusalén y la promesa de la paz en Cristo Jesús se hizo disponible, incluyendo, no solamente judíos sino todas las naciones: “Porque para vosotros es la promesa,  y para vuestros hijos,  y para todos los que están lejos;  para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” (Hechos 2:39).

La paz prometida en Isaías 2:4 es la paz espiritual – la paz con Dios y la paz entre los seres humanos que son parte del reino del Príncipe de la paz – la iglesia del Señor Jesucristo.

Esto concuerda con otra profecía de la paz pronunciada por el mismo profeta Isaías en Isaías 11:1-10.