Donación de Organos

Pregunta:

¿Podemos los cristianos donar nuestros órganos al morir?

 


Respuesta:

Debe ser obvio que la Biblia no menciona este tema específico. Se trata de algo que no era posible en siglos pasados. No obstante, el hecho de ser posible no significa que el cristiano debe participar en ello. La tecnología médica no siempre sigue las normas de la ética bíblica. Una evidencia de ello es el aborto voluntario que está quitando la vida de millones de niños antes del alumbramiento. Por tanto, lo único que podemos hacer es aplicar principios bíblicos para llegar a una conclusión sabia.

Uno de los principios principales que guía la vida del cristiano es el amor al prójimo. Este concepto claramente da apoyo al acto de donar los órganos al morir para mejorar la salud o aún prolongar la vida de otro ser humano. Sugiero leer nuevamente Romanos 13:8,9; Mateo 22:39. El ejemplo de nuestro Salvador al dar Su vida por nosotros y las instrucciones que tenemos de imitar Su amor también confirman este principio (1 Juan 4:11; Juan 15:13). La compasión por las dolencias de nuestros hermanos y vecinos debe expresarse en forma práctica, incluyendo ayudándoles a beneficiar del mejor tratamiento y alivio disponibles (Mateo 25:35-46; Lucas 10:25-37). Obviamente, al hablar de un acto de compasión y amor, estamos hablando de un acto voluntario de uno que decide de antemano donar el órgano al morir. Estamos hablando, además, de donar, no de vender el órgano.

Un factor que pueda causar ciertas dudas en la mente del cristiano es la resurrección del cuerpo prometida por Jesucristo (Juan 11:25). El Espíritu Santo nos revela que la resurrección del cuerpo es parte integral del mensaje del evangelio y de la redención que Dios nos provee en Cristo Jesús (1 Corintios 15:16-19,22,23; Romanos 8:11,23; 1 Tesalonicenses 5:23). Pero el Espíritu Santo también nos aclara que el cuerpo volverá al polvo después de la muerte (Génesis 3:19; Eclesiastés 12:7). Además nos revela que el cuerpo resucitado es de una naturaleza totalmente diferente del cuerpo sepultado (1 Corintios 15:42-44). Por tanto, el hecho de que le falte uno o más órganos materiales que fueran donados a otro ser humano después de la muerte de uno, no afecta la resurrección.

Si no fuera así, ¿qué pasaría en la resurrección con los cristianos devorados por fieras durante el primer siglo como parte de la persecución contra la iglesia en aquel tiempo? ¿Qué pasaría con los cristianos cuyos cuerpos sirvieron de antorchas vivas como parte de la misma persecución? Por supuesto, muchas otras personas han perecido con sus cuerpos despedazados, devorados por animales, completamente incinerados en algún incendio y otras formas de muerte en accidentes o ataques contra ellos y no bajo su control.

Debe ser obvio que el poder de nuestro Dios para efectuar la resurrección del cuerpo espiritual, incorruptible, inmortal de uno no estará limitado por la ubicación de la materia que antes formaba ese cuerpo físico.

Hay que aclarar que estamos hablando de lo que autorizamos después de la muerte. Quitar la vida o apurar la muerte de una persona para poder tomar un órgano para otra persona. La ciencia médica no tiene el derecho de definir o redefinir la muerte. Según médicos cristianos, la muerte física incluye la cesación de toda función cerebral. Según la Biblia, cuando la muerte física ocurre, hay separación entre el cuerpo y el espíritu que antes moraba en él (Santiago 2:26). Suponemos que el mejor indicio de esta separación que está disponible con la tecnología científica de hoy es la cesación de toda función cerebral. Me parece lógico que si vamos a aprovechar la ciencia médica moderna para beneficiar al recipiente del órgano, debemos también aprovechar la misma tecnología médica para estar seguros que no estamos terminando nosotros mismos la vida del donante del órgano.

Otro principio bíblico que debe ser aplicado es que ninguno debe violar su propia conciencia en este asunto (Romanos 14:21,22). Por tanto, no debemos tratar de persuadir a otra persona para que acepte donar los órganos al morir. No debemos tratar de lograr que otro sienta pena alguna por no hacerlo. Debe ser un acto de convicción personal y de amor voluntario.

Mi entendimiento es que la respuesta sencilla a su pregunta es: Sí, el cristiano puede donar sus órganos al morir, pero debe ser una convicción muy firme de uno y una decisión muy voluntaria.